Por: J. J. Junieles
Carlos Polo pertenece a una generación de escritores barranquilleros que se destaca, entre otras cosas, por una declaración de intenciones común: expresarse mediante recursos diferentes a las convenciones creativas actuales. Mucho se logra con esa voluntad. Si las cosas que nos importan en el mundo cambian: el amor, la amistad, el dolor, el paso del tiempo, nuestra vida y la visión de la vida; entonces ¿por qué los medios que usamos para contar las cosas no deberían cambiar?
Hacen parte de esa búsqueda: John Better, Paul Britto, Franco Vitola, Robinson Quintero, y seguramente otros creadores –varias mujeres– que no tenemos la buena suerte de haber leído, pero que comparten los referentes vitales de la ciudad de Barranquilla y un mundo mediático (y real) que nos bombardea con todo tipo de información, a tal velocidad, que no da tiempo de discernir si lo que experimentamos es una realidad o una invención.
En su primera novela, La suerte del Perdedor (Editorial La iguana ciega, Barranquilla 2009), descubrimos el mundo interior de un narrador al que se le nota la calle, que atesora los golpes bajos recibidos. Mosaico de observaciones. Sarcasmo e ironía en diálogos reveladores. Sus páginas funcionan como un prisma que ilumina y dice que la realidad no es una moneda con sólo cara y cruz: ganar o perder. Nos dice que vivir es el nombre del juego. Que hay un abismo entre lo que se piensa y lo que se dice, pero no lo reconocemos. Que la vida es como los cigarros, empezamos fumándolos y terminamos mordiéndolos. Que hay gente que no está preparada para perder. Por eso perder es un arte urgente. Alguien pierde cuando ganamos, por eso ninguna felicidad es inocente. Aquí una entrevista con Carlos Polo.
-¿Cual es su primer recuerdo ?
-Me gustaría poder responder automáticamente que recuerdo mis primeras dichas, a mamá leyéndome un cuento por ejemplo, pero mis recuerdos más viejos se remontan a una época en que me la pasaba en un rincón acurrucado chupándome el dedo pulgar y halándome mi parte noble como un caucho, es raro pero creo que sin dudarlo es el recuerdo más antiguo que tengo, un niño taciturno metido en una especie de concha buscando un poco de seguridad y calidez en un rincón.
-“Lo que pensamos ha sido ya pensado, lo que sentimos es caótico, lo que somos es oscuro.” dice el austriaco Thomas Bernhard. Muchos creadores presienten que su escritura nace de una inconformidad con la realidad. De dónde viene lo que usted escribe.
-Bueno me interesa sentirme o mejor, jugar un poco a convertirme en testigo de mi tiempo, como una especie de historiador sin licencia. Se podría decir para simplificarlo todo que me nutro de mi realidad inmediata, pero está resulta una definición coja, de otra manera aun más pretenciosa quizás busco con mi trabajo ordenar un poco mi caos interior. En fin me interesa tomarme la vida en su peso, saborearla, retarla, sentir sus matices, luego pasarla por el tamiz literario donde juegan otro papel en otra medida la imaginación y un poco las emociones más fuertes, el miedo, la rabia, el placer, la felicidad, la inconformidad, la tristeza. De alguna forma me siento a veces como un coleccionista de emociones. Me identifico con los autores que narran en primera persona en tiempo presente y que se inspiraron en su propia vida como motor de arranque para armar su obra. Henry Miller contaba como antes de crear sus obras más reconocidas destruyó hojas y hojas, mamotreto tras mamotretos quemados o rotos antes de iluminarse y pensar que debía escribir sobre lo que más conocía, en su caso él mismo y ahí nacieron las obras más arriesgadas y seductoramente perturbadoras de su tiempo. Supongo que eso explica un poco de donde viene mi escritura, tengo una terrible necesidad de comunicarme, de gritar, la palabra es solo un medio.
-Nuestras madres caribes acostumbran decir: Todo mal tiene el bien amarrado en la cola. Algunos estrategas de guerra dicen que: Hay que perder batallas para ganar las guerras. En esta su primera novela: La suerte del perdedor, parecemos asistir a una filosofía de vida representada literariamente. En qué consiste esta forma de andar por el mundo.
-jajajajajaja, suena un poco a postura, a representación histriónica. Me resulta difícil tomarme tan enserio. Uno no es más que un conjunto de huesos, terminaciones nerviosas y símbolos. “Sé, que bebo, sé que fumo, sé que soy un inconsciente” jajajajajaja, la música puede explicarlo mejor que yo, me gusta pensar que soy un personaje persistente y testarudo, que la vida que me tocó en suerte, los amigos, el barrio, el mismo país forjaron mi modo de ver las cosas, de asumirme y mi actitud frente al mundo, para bien y para mal mis más arraigados complejos, los regaños duros de mi vieja, mis hermanos, todas las heridas, los desengaños, el desencanto, las carencias, las fijaciones, la búsqueda del respeto, mi condición de huérfano y mil cosas más complejas hicieron de mí este extraño sujeto enredado interesado por medios de expresión como la música, el baile, lo audiovisual y en últimas lo que más disfruto, la literatura como medio de expresión y catarsis liberadora.
-Su novela representa –entre otras cosas–, una incursión en los barrios de la ciudad de Barranquilla. Qué significado tiene la llamada cultura popular en su obra poética, cuentística y ahora novelística.
-Mucho, un porcentaje demasiado alto, hasta el momento todas mis atmosferas, o quizás un noventa por ciento de ellas están relacionadas con la cultura popular, el Caribe desde mi lente personal, el barrio, la esquina, el goce, la velocidad, el color y el folclor característico de este sector en especifico, una vez más pensemos musicalmente, "La noche me sirve de sabana" Calle trece y Ruben Blades atrapan algo de ese universo con el video clip la letra y la instrumentación de la canción "La perla" " La noche me sirve de sabana" tiene que ver con la identidad Caribe no solo en la dimensión de bello y el jolgorio a su vez la cosa mala como el aislamiento, padecer el centralismo desmedido, me gusta sentirme una criatura caribeña con su acaloramiento, el desparpajo, todas nuestras manías, yo he vivido toda mi vida en barrios populares, me siento más cómodo en la esquina que en un auditorio repleto de intelectuales con su investidura de sabios respetables, para mí la gran mayoría de estos personajes padecen del virus PAP, pretenciosos, arrogantes, pedantes. Hasta este momento lo popular juega un papel protagónico en mí. Propuesta pero hay que anotar que la creación es cambio, destruir y reconstruirse a lo mejor en algún momento me toque el tan cacareado reinventarse del que tanto se habla.
-A mediados del S XVIII, el autor de operas W. Gluck, emprendió la reforma de este género musical sobre la base de unir los modelos operísticos existentes en el momento y dotarlos de una nueva dimensión. Fusionó la ópera francesa con la italiana y gracias a ello nació la ópera tal y como ahora la conocemos. ¿Cuáles son los cambios que notas en la literatura colombiana producida por autores nuevos (no jóvenes) en los últimos diez años?
-Los cambios son palpables a medida que el país se despierta como tal y entra en lo global, tecnología, medios, toda esta revolución. Nuestras ciudades se reconocen más como ciudades reales y no como remedos tímidos, o pueblos grandes, los síntomas de las grandes urbes, explosión demográfica, crecimiento desmedido del asfalto, la violencia, todas las lacras de la urbe. De esta misma manera han cambiado los temas y las obsesiones de nuestros autores la literatura colombiana poco a poco se le fue quitando el tufo provincial, y entramos en una sobre exposición de los temas sicariales, las famosas prepagos, la literatura que se desprende de la cultura mafiosa, de lo cotidiano, la ciudad y sus cloacas como musas absolutas, las historias no son las mismas en nuestra narrativa actual cada vez se menciona menos la parroquia y ese romanticismo nostálgico del pueblo y el olor de la boñiga etc.
Hace más de una década que los autores vienen en un proceso de descubrimiento de estéticas mucho más personales experimentando con nuevas formas, fusionando herramientas y elementos de otros géneros, el mundo ha cambiado veloz y agitadamente así mismo las obsesiones del artista.
-Cómo le gustaría ser recordado.
-Ja, como una persona que se obsesionó con acercar más el arte y la palabra a la gente del común, como un democratizador, un renovador que pensó en todos y no solo en las pequeñas elites que siempre han monopolizado el conocimiento y el arte a su antojo y conveniencia.
Me interesa que me lea desde el oficinista promedio hasta el vendedor de tomates y para lograr eso hay que aterrizar el lenguaje, dejarse de tanta pirotecnia, menos artificio, jugar un poco con la riqueza de nuestro lenguaje popular.
Me gustaría que me asociaran con este revolcón, la literatura puede ser entretenida también y la pueden entender el obrero, el comerciante, el albañil es cuestión de dejar a un lado tanta idea preconcebida y tanto paradigma relacionado con la alta cultura y el bla bla bla bla del siglo ante pasado donde aún se encuentran matriculados muchos de los que manejan los hilos de la cultura en el país. desmedido del asfalto, la violencia, todas las lacras de la urbe. De esta misma manera han cambiado los temas y las obsesiones de nuestros autores la literatura colombiana poco a poco se le fue quitando el tufo provincial, y entramos en una sobre exposición de los temas sicariales, las famosas prepagos, la literatura que se desprende de la cultura mafiosa, de lo cotidiano, la ciudad y sus cloacas como musas absolutas, las historias no son las mismas en nuestra narrativa actual cada vez se menciona menos la parroquia y ese romanticismo nostálgico del pueblo y el olor de la boñiga etc.
Hace más de una década que los autores vienen en un proceso de descubrimiento de estéticas mucho más personales experimentando con nuevas formas, fusionando herramientas y elementos de otros géneros, el mundo ha cambiado veloz y agitadamente así mismo las obsesiones del artista.
-Cómo le gustaría ser recordado.
-Ja, como una persona que se obsesionó con acercar más el arte y la palabra a la gente del común, como un democratizador, un renovador que pensó en todos y no solo en las pequeñas elites que siempre han monopolizado el conocimiento y el arte a su antojo y conveniencia.
Me interesa que me lea desde el oficinista promedio hasta el vendedor de tomates y para lograr eso hay que aterrizar el lenguaje, dejarse de tanta pirotecnia, menos artificio, jugar un poco con la riqueza de nuestro lenguaje popular.
Me gustaría que me asociaran con este revolcón, la literatura puede ser entretenida también y la pueden entender el obrero, el comerciante, el albañil es cuestión de dejar a un lado tanta idea preconcebida y tanto paradigma relacionado con la alta cultura y el bla bla bla bla del siglo ante pasado donde aún se encuentran matriculados muchos de los que manejan los hilos de la cultura en el país.