Ahora más que nunca, con la muerte del Joe, los rumores sobre la supuesta suplantación de su voz en tarima volvieron a tomar fuerza. Las voces especulativas le atribuyen a un fantasma el prodigio de replicar tras bambalinas los colores vocales del maestro.
Edwin Gómez, más conocido como El Fantasma, aclara los pormenores de todo lo que se dice.
Con la voz quebrada y entrecortada, intenta organizar sus palabras. De sus ojos resbalan unas lágrimas irredentas que no logra controlar. A escasos cinco pasos yace el cadáver de quien fuera en vida su ídolo, su jefe, su compañero de bembé, en últimas, su amigo.
“Erda mi hermano, esto es como si le desgarraran a uno el corazón, porque es que, el Negro no fue solo mi maestro, mi profesor, sino que era mi llave”. De fondo repican los cueros de los tambores africanos ceremoniales y unas voces negroides corean los cánticos con que le rinden homenaje al bardo del folclor caribeño.
Edwin se tranquiliza un poco. Enjuga sus lágrimas en un pañuelo blanco y en un arrebato emocional, deja escapar de su boca ese sonido particular que el Joe inmortalizó, esa especie de relincho de caballo o graznido de ave de rapiña que era como su sello personal. Y es que hasta en esto le tiene el tiro El Fantasma. A este hombre, que fue su norte y su ejemplo, al que escuchó por primera vez por las esquinas del popular barrio San Roque en los billares y en los improvisados partidos de bola e’ trapo con el picó a todo timbal de fondo.
Esa voz, ese color especial, ese sabor afro de la voz del Joe se le coló en el alma para no abandonarlo jamás. Fuma el barco, fuma el barco canta Edwin con ese ronquete particular que hace recordar enseguida al gran Joe y las similitudes en el tono se hacen evidentes, los gestos, el swing, todo está ahí, imposible de negar y la incógnita se ensancha. ¿En estos últimos años de quebrantos de salud, el Joe tuvo una voz fantasma que lo reemplazaba en tarima en los momentos difíciles?
“Yo le hice un arreglo musical al Joe en la canción Sabré olvidar. Sabré olvidar, ooooo, noooo”. Gesticula, canta y abre los brazos emulando a su maestro y saca de la manga una imitación de la forma como hablaba el Joe “Fantasma pero es que me tienes pillao, el caballito, la forma de hablar, la cantada, oye Fanta, ¿y eso qué es?”.
Desde ese entonces el Joe Arroyo lo invitó a trabajar con él como corista. “Al Joe le dio una isquemia cerebral y estuvo malo por esa época, y el hombre me pidió que le pegara una ayudita: Fanta te necesito en la banda, me dijo. Joe no tenía problemas de voz sino de memoria, por ejemplo, él entraba cantando y si se le olvidaba o se quedaba en la letra, alzaba la verruga y yo me daba cuenta y entraba de una para apoyarlo y hacíamos un jueguito bacano. Mira, yo nunca canté por Joe Arroyo, eso es una calumnia, una blasfemia, un montón de basura que se han inventado”.
Y ese fantasma del chisme se espanta cuando estallan en el recinto las palmas y la canción En Barranquilla me quedo.
Carlos Polo
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