Generalmente cuando a un mal ser
humano le dan a probar un pequeño bocado de poder, le afloran de inmediato la
arrogancia, la soberbia, el cinismo, la hipocresía, el arribismo ramplón, entre
tantas otras ‘perlas’. Entonces aquel corderillo pusilánime y mendaz de repente
se hace déspota, humillante, patán y cruel, imaginando desde su miope
perspectiva, que ese pedacito de poder proviene de una fuente inagotable… y
entonces cuando el tarro de miel se acaba, solo les queda aferrarse a la
mentira para seguir inflándose como sapos invernales en una oscura tarde de
lluvia. Un cuadro calcado y repintado hasta la saciedad en la misma piel de
esta republíqueta guineo…
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